10. Cómo educar: educar para la vida

    En clase hicimos una interesante actividad en grupos. En total formamos tres grupos y cada uno tenía que simular que era el Consejo Escolar de un centro y, a partir de ahí, definir que tipo de centro era.

    Nosotros decidimos ser un centro escolar público situado en un barrio de Valladolid que ofertaba ESO, Bachillerato y Formación Profesional. Le dimos como nombres IES Lynn Margulis, queriendo hacer homenaje a una importante bióloga estadounidense.


    El Consejo Escolar del que formé parte decidió definir la educación como "proceso y acción de ofrecer herramientas necesarias para que el individuo pueda desarrollarse holísticamente en todos los ámbitos, ayudándoles y acompañándoles en este proceso". Considero que es una definición un tanto rimbombante pero que, más o menos, coincide con lo que creo que es la educación. La educación tiene que ver, por tanto, con un proceso que tiene como fin un desarrollo integral del individuo, un individuo que, no olvidemos, vive en una sociedad. Ahora bien, al mismo tiempo me parece que, para un centro, es demasiado amplia esta definición, sobre todo teniendo en cuenta que el sistema educativo español sigue dando bastante importancia a los contenidos del currículo.

    Para llegar a esta conclusión sobre qué era la educación para nuestro hipotético centro educativo, no necesitamos demasiado debate, dado que esto era lo que habíamos concluido que era la educación después de llevar varias semanas en el Máster. Pero sí que es cierto que necesitamos que la Secretaria pusiese orden, porque si no, por mucho que todos pensemos igual, es imposible llegar a un consenso.

    Fue más complicado decidir cuáles eran los valores a partir de los cuáles queríamos educar. Finalmente, mediante un sistema de votación, concluimos que nuestros valores serían la salud, la familia y los amigos y conocidos. Diría que para mí es importante educar en todo esto. Creo que la clave para que las futuras generaciones estén bien formadas parte de una formación que implique el reconocimiento del otro (de las familias, de los amigos y conocidos, de la pareja...). Por este motivo, considero que también es importante educar en una vida sexual satisfactoria y, sobre todo, saludable. Entiendo sexualidad en este caso en un sentido amplio, por lo que considero que una sexualidad saludable es la capacidad de disfrutar del propio cuerpo y del de los demás, sin hacer daño y poniendo la ética, el respeto y el cuidado en el centro de las relaciones, bien sean sexuales, bien sean afectivas, o bien sean ambas. En este concepto de sexualidad saludable se unen, precisamente, los conceptos de salud y de reconocimiento del otro.

    A mayores, me gustaría añadir que, al menos por mi parte, también es importante poner como uno de los valores el estudio, la formación y la competencia profesional. Considero que en un centro de estas características se puede educar con el fin de abrir salidas labores, pero no creo que esta sea la clave. Para mí, en un centro educativo se debe, ante todo, educar en el amor a la sabiduría. Esto es, definitivamente, polémico, y es algo que suele criticarse, sobre todo, a la universidad. El Plan Bolonia lo que intenta es, precisamente, hacer que la universidad oriente más hacia el mundo laboral. Pero es que la vida, como creo que he defendido en alguna otra entrada, es más que el trabajo. Hace falta espacios donde se forme para profesiones, pero la educación en sí misma ha de orientarse a la vida. El conocimiento por el mero conocimiento nos proporciona una serie de herramientas que, a mi parecer, posibilitan esa formación integral que tanto se busca ofrecer al alumnado. Aquí es donde podría entrar con esa apología de la filosofía, la madre de todas las ciencias, una madre que, por desgracia, está siendo muy maltratada.

La escuela de Atenas, de Rafael Sanzio


(Actividad de reflexión y análisis nº. 9. Práctica 4)

Comentarios

  1. Completamente de acuerdo! Al margen de todos los valores que la escuela debe transmitir, no debemos olvidar el amor a la sabiduría. Que un profesor logre transmitirte auténtica pasión por saber más no tiene precio.

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