3. ¿Qué necesita la educación española para mejorar?
Hablábamos con el profesor Xoán, de Procesos y contextos educativos (que es, por cierto, la asignatura para la que escribo este blog), que la educación en España necesita de ciertas mejoras. Nos propuso varias medidas y, aunque con mi grupo trabajé una de ellas, aquella que tiene que ver con invertir más dinero, me gustaría comentar siete de los aspectos que son mejorables.
En primer lugar, España necesita un gran pacto educativo. Ya está bien de cambiar de ley educativa cada vez que cambia el gobierno. Yo todavía no entiendo por qué en España no hay un Pacto de Estado relativo a la educación. Igual que tenemos un Pacto Antiterrorista, que se firmó en el año 2000, debería existir un Pacto Educativo, porque si no se establecen unos criterios mínimos para la educación, lo que se está comiendo es casi terrorismo contra los profesores, que tienen que estar continuamente cambiando su forma de trabajar, y contra los alumnos.
En segundo lugar, es más que necesario mejorar la motivación en las escuelas y, en general, en los centros educativos. Hace falta más psicólogos, más pedagogos y más trabajadores sociales que trabajen para que los alumnos no vayan a los colegios e institutos a sufrir. En este mismo sentido, es fundamental medidas en contra del acoso escolar, porque este tipo de acoso es especialmente problemático y todavía no es ha conseguido paliar.
En tercer lugar, es necesario que las familias estén implicadas en la educación que reciben sus hijos en los centros educativos. En el colegio los niños y las niñas reciben una educación formal, pero esta no es la única educación que reciben. Los niños y las niñas también están influenciados por la educación no formal y por la educación informal. Esta última es la educación que reciben de los padres de manera no sistemática, es la educación que, si bien es cierto que no suele ser intencionada, transmite valores y conductas. Para que lograr jóvenes formados y preparados para vivir en el mundo adulto, las familias tienen que ser conscientes de lo que ocurre en los centros educativos, porque solo así las distintas educaciones que educan a los niños (valga la redundancia) serán complementarias. Quizás sería interesante, con este fin, fomentar escuelas para padres.
En cuarto lugar, hace falta más inversión en educación. Cuando comentaba esto con mis compañeros y mis compañeras, parecía evidente que, siendo la educación un derecho básico, ha de invertirse más en ella, nunca menos. Hace falta invertir más en infraestructuras, en una educación bilingüe de calidad, en material escolar, en la formación continua del profesorado, en actividades que forman parte de la educación no formal (como los intercambios, por ejemplo)... Hace falta invertir más pero, a su vez, hemos de revisar bien cómo estamos invirtiendo actualmente el dinero destinado a la educación. ¿Está invirtiéndose este dinero de la manera más óptima?
En quinto lugar y, como ya comentaba en el párrafo anterior, hace falta mejorar la formación del profesorado. Igual que no tiene sentido que un médico licenciado hace treinta años solo aplique los conocimientos adquiridos en sus años universitarios, no tiene sentido que un profesor no se renueve. Cambian los tiempos, cambia la educación. Eso creo que ayudaría, en cierto modo, a mejorar la valoración social del profesorado. Aún con lo dicho, creo que la creciente tendencia a valorar poco a los profesores y las profesoras que tenemos en la actualidad tiene que ver con otra serie de aspectos, que quizás en otra entrada debería analizar. Pero lo que está claro es que si la educación es el motor de la sociedad, el profesorado debería ser lo más importante y lo mejor formado de esa sociedad.
En sexto lugar, se nos propone como mejora incentivar la mejora del esfuerzo y el afán de superación. Sí a incentivar el esfuerzo pero mucho cuidado con el afán de superación. Algo no está funcionando en este sistema cuando los alumnos y las alumnas viven frustrados, cuando los exámenes les generan ansiedad, cuando un suspenso es sinónimo a que se acabe el mundo... Considero que es necesario que los estudiantes aprendan a esforzarse y, de la misma manera, que entiendan que superarse no es, necesariamente, sacar más nota en un examen. Habría que revisar qué ocurre en nuestro sistema educativo, que llega a generar altos niveles de estrés a los alumnos y a las alumna que más se esfuerza porque los resultados académicos no reflejan este esfuerzo. ¿Estamos siendo justos con ellos? ¿No existen formas de medir el esfuerzo real de nuestros jóvenes?
En séptimo lugar, habría que señalar que se suele entender que la educación tiene que preparar hacia el empleo y, por tanto, en España hemos de mejorar la educación en este sentido. ¿De verdad tiene que ser orientada la educación hacia el empleo? A mi parecer, no. La educación tiene que orientar hacia la vida, no hacia la entrada en el sistema productivo. Cierto es que creo que debería poder uno formarse para el empleo. Es más, se supone que el Plan Bolonia tiene como objetivo eso, preparar a los estudiantes para el mundo laboral. Pero, ¿qué pasa con las humanidades? ¿Qué pasa con nosotros, los filósofos? Cuando en Bachillerato me preguntaban qué quería estudiar y yo respondía que filosofía, la respuesta de prácticamente todos era "¿y qué salidas laborales tiene eso?" y ojalá haber conocido por aquel entonces ya a mi profesor Juan Barba, que antes esa pregunta responde "ninguna". La cuestión es que los que entramos en carreras de humanidades, con frecuencia, no entramos pensando en en el futuro laboral, entramos motivados por el amor hacia el conocimiento, un conocimiento que nos prepara para la vida. La vida no es solo el mercado laboral.
En pocas palabras, hemos de intentar mejorar la educación de nuestro país. Hace falta más de todo pero, sobre todo, hace falta que la educación sea una educación para la vida.
(Actividad de reflexión y análisis nº. 3. Práctica 1)
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